Reflexiones sobre el fin de la Transición

lunes, 1 de febrero de 2010


Por Gino Stock

Quisiera partir diciendo que no creo que la transición se haya terminado. Y después quisiera seguir por preguntarme, ¿qué es la transición?

Y ahora, intentaré responder la pregunta de forma que explique mi primera afirmación.

La transición, como la entienden muchos, era el periodo de adaptación entre el régimen dictatorial y uno democrático. Esta supuesta adaptación implicó las ya conocidas leyes de amarre, la política de los consensos, el miedo oculto como un mal enfocado respeto y olvido, e inmunidad. Impunidad. Y por sobre todo, implico que no se cambiaran las grandes estructuras macroeconómicas, sosteniendo esto en una inmovilidad política basada en el sistema binominal.

Dícese de Chile un país presidencialista. Pues ciertamente siempre que queremos cambios, ni siquiera radicales, sino más bien prudentes o sensatos, como una farmacia estatal frente al caso de la famosa colusión, nos encontramos con la muralla de las leyes. La muralla del Congreso y el binominal. En este caso puntual, la ley que hacía inconstitucional el tema es aquella que apela a que el Estado no puede emprender negocio en sector alguno, a menos que ningún privado quiera hacerse cargo de él. Las únicas excepciones son las pocas empresas estatales que han sobrevivido a la privatización y son previas a esta ley. Pero ese es otro tema.

El caso es que no somos presidencialistas, es simplemente un voladero de luces que nos ayuda a pensar que hay cambios cuando se escoge un nuevo presidente. Y claro, es innegable que los hay, pero no estamos hablando de los mismos cambios. Pueden cambiar las personas que roban, cambiar las personas que mandan al extranjero o a quienes regalan puestos con sueldos absurdos.

Cambia el lado en que la fuerza empuja la muralla. Pero la muralla sigue ahí.

La dictadura era un títere, siempre lo fue, de quienes tenían dinero y hoy tienen más dinero aún. La adaptación de un régimen dictatorial a uno democrático finalmente fue, en forma simple, cambiar el títere de mano.

Siempre hemos estado en transición. Adaptándonos de una forma a otra de ser explotados. De ser abusados, antes por las armas, ahora por las tarjetas de crédito y las usuras. Y no hay formas más crueles que otras, si todas terminan en el miedo.

Ese es el punto final. La misma indignación que nos debe dar la desaparición forzada de personas, es la que nos debe dar el que un anciano tenga que vivir con 70 mil pesos mensuales, o que gente que ahorró para tener sus casas tengan que ver cómo se les llueven y se les terminan viniendo abajo.

Todos son derechos humanos, todo es grave, una muerte maldita, o una vida maldita. Y eso es lo que está escrito en la muralla, en nuestra muralla, que aún no hemos podido derribar.

Por eso, para mí, mientras no empecemos a tener más claro cual es el verdadero objetivo, mientras aún no seamos capaces de mirar de frente esa muralla, mientras aún no intentemos realmente tener, más que una democracia (un nombre que hoy se regala a cualquier cosa), un gobierno realmente representativo, la transición nunca habrá terminado.

P.D.: La tira cómica de cabecera es un clásico de Mafalda, del argentino Joaquín Salvador Lavado (Quino)

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