Piñera y el estilo "Papá Presidente"

viernes, 19 de marzo de 2010


Por Catalina Chaika

Históricamente la figura del Padre nos pesa a los chilenos. Pueblo de huachos y bastardos, nuestras mamás suelen moverse en opuestos: nos toca la maldita opresora Inés de Suarez o la cariñosa y santa Virgen del Carmen.

Con el Padre la cosa es mucho más fácil: es la autoridad neta, el señor feudal que sabe cómo resolver nuestros problemas y que nos devolverá nuestra lealtad y ciega obediencia con su protección. De a poco las generaciones han aprendido a cuestionarlos, pero la rebeldía aún es vista como un mal pasajero y en el peor de los casos, como simple delincuencia.

Todo lo anterior calza en cualquier sistema de gobierno, menos en una democracia. Hay múltiples razones por las que las monarquías absolutas perdieron su credibilidad, pero una de la más evidentes es que ningún ser humano es infalible. Darle poder absoluto a alguien es equivalente a dejar a un chimpancé en el cuarto de mando de una planta nuclear. La única razón por la que Springfield sigue existiendo es porque Los Simpsons son ficción.

¿Qué tiene todo esto que ver con Piñera? Escuchen sus declaraciones con atención y se darán cuenta de que él asumió el rol del Padre sin consultarle a nadie si quería ser adoptado. Para cualquier persona que le dedique unos minutos a su historia, esta transformación no es nada sorprendente. Nuestro trauma nacional es tan amplio que prácticamente todos los Presidentes han usado ese rol para llegar a la pantalla de los televisores, tomar metafóricamente de la mano al trabajador y decirle: "confía en mí, yo te voy a ayudar a salir adelante". Pinochet le agregaba el "y si no me obedeces, te arrepentirás carajo". El remate de Aylwin era similar al de los padres de clase media: "en la medida de lo posible". Frei era del tipo de papá al que tienes que pedirle hora o dejar nota con su secretaria. Lagos quería parecer buena onda y el demócrata universal, pero esa arrogancia del tipo "yo sé más que tú, respétame y cállate" estropeaba cualquier esfuerzo.

Bachelet es un caso aparte. Durante su campaña anunció que su período sería un "gobierno ciudadano". Eso significaba, quizás por primera vez en Chile, un gobernante que partía del supuesto de que nosotros, los ciudadanos, no somos un montón de ganado. El reconocimiento de nuestra capacidad para decidir nuestro camino, que existen otras maneras de llegar al destino propuesto y que conversando podemos llegar a verdaderos acuerdos. ¿Recuerdan cuando se la criticó por la abundancia de comisiones, como si eso fuera prueba de su falta de autoridad? Los que afirmaban eso confundían autoridad con autoritarismo.

Pero Piñera la sucedió y aparece declarando que tendrá "mano dura" con la delincuencia, que "ayudará" a los damnificados, que tendrá a los niños en el colegio -a como dé lugar- en un plazo determinado por él. ¿Alguien se acuerda de que existe la separación de poderes del Estado? Piñera hace publicidad engañosa cuando habla de ser estricto con los saqueadores, porque él no es Rey, no es el Padre del país que le va a dar de correazos a los niños malos, es simplemente el líder del poder Ejecutivo. ¿Acaso va a impulsar un proyecto de ley especial para los saqueadores o le va a indicar a los jueces que les doblen las condenas?

Hay hipocresía cuando afirma que "ayudará" (un Estado no ayuda, no da limosna: un Estado asiste, que es una de sus tareas) a los que perdieron sus hogares al mismo tiempo que nombra en distintos altos cargos a personas que tienen vinculación con las constructoras de casas y departamentos de pésima calidad.

Y por supuesto que a Piñera le importa en primer lugar las cifras: decir que a 50 días del terremoto todos los escolares estarán en clases suena lindo, ¿cierto? ¿Pero suena tan bien cuando se toma en cuenta las condiciones? El ministro de educación, Joaquín Lavín, comentó en una entrevista la idea de poner a distintos cursos en un gimnasio: yo tuve una experiencia muy similar y francamente lo único que recuerdo es un dolor de cabeza horroroso pues la acústica y el calor eran el infierno mismo. No he escuchado ni leído en ningún lado qué va a pasar con los sueldos de los profesores, que con la genialidad de eliminar la jornada completa para encajar en un edificio a dos colegios, obviamente van a tener menos horas. Y para qué hablar de la brecha entre los colegios privados y el resto, esos otros que sufrirán el ayuno forzado de contenidos impuesto por las circunstancias.

Aún con estos ejemplos, no me extrañaré si en la primera encuesta de aprobación el Padre Piñera logra un alto porcentaje positivo. Estamos en una crisis, nos recuerdan majaderamente las noticias a diario, debemos asustarnos y agradecer a Dios -o, en mi caso, al Monstruo de Espagueti Volador- por estar vivos, con un techo sobre nuestras cabezas y con el Padre Piñera a cargo de todo nuestro país. No, por favor, no lo distraiga preguntándole sobre LAN, ni le sugiera usar los excedentes del cobre, ni le recuerde la promesa del millón de (decentes) empleos, ¿no ve que estamos en crisis y el Padre trabaja por nosotros?

Claro que esperar que ese rol sea puramente por vocación es tener la ingenuidad de un niño de 4 años.

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Después del terremoto, el olvido

martes, 9 de marzo de 2010


Por Jorge Román

El monto recaudado por la Teletón, casi U$ 60 millones, aunque duplicó la meta propuesta, sólo equivale al 0,2% del total necesario para reparar todos los daños causados por el terremoto (que asciende, según algunas estimaciones, a U$ 30.000 millones, o sea, un 15% del PIB).

Desafortunadamente, el espectáculo de la Teletón, las luces, los llantos y la ilusión de la meta más que superada contribuyen al olvido. Es como si la Teletón fuese una catarsis para los que tuvieron la fortuna de salir indemnes o apenas rasguñados por el terremoto. Una justificación para poder olvidar y seguir su vida como si nada hubiese pasado. Así lo ha entendido la televisión al menos, que, después del sábado 6, se ha sentido lo suficientemente satisfecha con sí misma como para sacar al aire una nueva teleserie. Y todos debiéramos saber a estas alturas que cuando la televisión decide olvidar, la población rápidamente le sigue el ejemplo.

Pero lo cierto es que esto no ha hecho más que empezar.

No olvidemos. No abandonemos a los que sufrieron con el terremoto. No se trata de seguir donando: muchos chilenos ya dieron lo que podían o estaban dispuestos a dar, y nuestra billetera no es tan profunda como la del presidente electo.

No, nuestro deber es presionar, informar, generar opinión y defender propuestas aterrizadas para llevar a cabo la lenta reconstrucción. Por ejemplo, el ex senador Jorge Lavanderos propuso crear un impuesto solidario a las utilidades de las grandes mineras. También sería posible discutir una vez más el vilipendiado fondo reservado del cobre para las Fuerzas Armadas: Chile no necesita F-16, submarinos, tanques ni acorazados. De nada sirvieron durante esta emergencia. ¿Por qué no destinar este fondo a reconstruir hospitales, carreteras, líneas de ferrocarril y crear un sistema de telecomunicaciones de emergencia decente?

La emergencia ya está pasando, y ahora viene la parte más difícil: el momento en que debemos levantarnos, mostrarnos responsables, hacer lo que debemos hacer y exigir que el Estado y las empresas respondan, nos ayuden a levantar este país y se dejen de favorecer a las inmobiliarias irresponsables, los bancos y las casas comerciales sanguijuelas, las telefónicas, las compañías de servicios básicos. No permitamos que el estado de shock en el que nos dejó el terremoto sea utilizado por el gobierno o las empresas para meternos el dedo en la boca y seguir abusando del ciudadano.

Que la emoción no nos quite la facultad de ser críticos y activos. Como cierre, me gustaría que leyeran la carta que le envió Roger Waters a la Radio Futuro, para que vean que la solidaridad no es incompatible con la crítica.


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Cómo ayudar en el terremoto de Chile

martes, 2 de marzo de 2010

Sé que este blog es poco visitado, pero no cuesta nada ayudar un poco vinculando la información de utilidad pública divulgada por Myriam en su blog. Allí podrán encontrar información sobre cómo ayudar a los afectados por el terremoto.

Hay muchas comunidades del sur que están incomunicadas, que han recibido poca o nada de ayuda y que ni siquiera forman parte de la pauta de los medios de comunicación, que se concentran en Concepción y Santiago (aunque la capital tiene problemas mínimos en relación a sus habitantes).

Por ello, quiero apoyar aunque sea entregando un poco de información sobre lugares olvidados y que necesitan mucha ayuda.

ACTUALIZACIÓN 10 de marzo
Dichato al día, periódico web de la localidad costera de Dichato, que fue asolada por el maremoto del 27 de febrero.

ACTUALIZACIÓN 4 de marzo, 14:00 hrs.
Cabrero, una comuna de la Región del Bío Bío, que sufrió grandes daños en sus construcciones de adobe y tiene numerosos damnificados, no pide ayuda, ya que sus habitantes consideran que hay otras zonas mucho peor que ellos, según informó el Diario de Cooperativa. Hoy me he hecho admirador de los cabrerinos.

Cauquenes, en la región del Maule, está aislada, sin agua, luz ni organización. En el blog vinculado se muestra información actualizada sobre la ciudad y listas de sobrevivientes y mensajes de personas que buscan a sus seres queridos.

La hermosa ciudad de Angol (Región de la Araucanía) fue terriblemente golpeada y para rematarlo, en la madrugada del martes 2 de marzo, se incendiaron 6 casas. Revisen el canal de noticias de la Provincia de Malleco para enterarse de lo que ocurre en esta zona. Afortunadamente, las regiones De Los Ríos y Los Lagos están ayudando a la Araucanía.

El Diario Austral también publica información actualizada sobre la región de la Araucanía.

Lejos la mejor fuente de información del terremoto son la radio Cooperativa y la Radio Bío Bío, que finalmente ha podido actualizar su sitio web, caído desde el terremoto hasta hoy en la tarde.

Grupo en Facebook con información sobre Chiguayante.

Cualquier aporte informativo es bienvenido.

Un abrazo y mucha fuerza a los afectados.

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Derechos digitales, creatividad, Piñera y Cruz-Coke

jueves, 25 de febrero de 2010


Por Jorge Román

¿Sabía usted que una parte importante de la biblioteca para ciegos de Providencia es ilegal? También lo es fotocopiar un libro que usted ha comprado, pasar a mp3 las canciones de un disco original comprado de su bolsillo e incluso puede ser ilegal mostrar una imagen, texto, diálogo o letra de canción incluso si se cita el nombre del autor y el lugar de donde extrajo el documento. Así se destaca en el sitio web de Derechos Digitales softwarelibre.cl. La cosa no ha hecho más que empeorar con el tiempo, al punto que, con el actual proyecto de ley de propiedad intelecual, una buena parte de los chilenos podría ser considerado un delincuente.

Este es el país que Piñera presidirá a partir del 11 de marzo. Y, aunque el tema está candente y en España ha generado una auténtica contraofensiva de los defensores del software libre, ni el presidente electo ni su ex contendor, el derrotado Eduardo Frei, se pronunciaron abiertamente al respecto.

Por el momento, deberíamos respirar tranquilos: en Chile usted no paga un impuesto adicional por los CDs y DVDs vírgenes, el papel, las impresoras, los grabadores de CD/DVD y las memorias USB, lo que ha incrementado en cientos de millones de euros los fondos de las sociedades que, supuestamente, defienden el derecho de autor. Según estas entidades, el dinero recaudado se reparte entre los autores defendidos por las sociedades dependiendo del "grado de importancia" del autor. No se hace distinción especial entre los productos, por lo que un escritor podría recibir, por rebote, el impuesto por la compra de un reproductor de mp3.

La medida, que sin duda debe estar haciéndole agua la boca a la Sociedad Chilena de Derecho de Autor, aún no se ha aprobado en Chile, pero no sería extraño que esto ocurriera en un futuro cercano.

Los cuestionamientos que esta situación genera son conocidos y no ahondaré en ellos. Lo que sí me interesa mostrar es que estas medidas, además de regalar dinero a ciertas entidades por no hacer nada y ser propias de regímenes totalitarios, sino que además pueden significar un retroceso en la creación artística y la divulgación científica, política y filosófica.

En una interesante nota sobre Creative Commons publicada en el diario El Mundo de España hace ya varios años, se mencionaba que, de existir las actuales normas de derecho de autor en el siglo XVII, probablemente Shakespeare no habría podido escribir Otelo, ya que se basaba en el cuento de un autor poco conocido que había muerto más de 30 años antes del estreno del drama. Asimismo, los juglares y bardos medievales, que permitieron la conservación de mitos y leyendas a través de la tradición oral durante más de mil años de analfabetismo crónico podrían haber sido considerados "piratas" por esta ley, no sólo porque reproducían una obra ajena, sino también porque la modificaban y la adornaban a su manera cada vez que la interpretaban. Me pregunto si la SGAE habría conseguido aplicar un impuesto de unas cuantas monedas de oro a la compra de laúdes.

El asunto es aún más grave si se discute el tema de la ley de propiedad intelectual referida a las publicaciones científicas y filosóficas. Uno de los pilares fundamentales del desarrollo de las ciencias y las humanidades ha sido la comunicación de los académicos, la facultad de trabajar sobre los resultados de otros investigadores, confirmando, profundizando, ampliando o criticando sus conclusiones. El conocimiento necesita de una interacción libre, espontánea y sin trabas para poder desarrollarse. ¿Se imagina usted a un psicólogo que, por escribir un documento de divulgación científica sobre un nuevo tratamiento para la depresión, deba pagarle derechos de autor a todos los psiquiatras, químicos, terapeutas, universidades y otras entidades que han escrito los papers y libros que citó en su nuevo tratamiento? Esto es teóricamente posible con leyes de propiedad intelectual tan restrictivas como las que quieren aprobarse en Chile. Aunque resulta difícil que todo el peso de esta ley se imponga en las comunidades académicas, no deja de resultar escalofriante que podría llegar a hacerse.

La creación artística se sitúa en un punto similar: no existe nada nuevo, nada totalmente original en el arte. Todo lo que se crea deriva de algo existente, es una mezcla de lo ya conocido con lo nuevo. La música clásica es madre del rock, que es padre del heavy metal, que el padre del rock sinfónico, que le rinde tributo a la música clásica. Borges decía que sólo existen cuatro historias y que lo único que hacemos es narrarlas de formas distintas, transformarlas y actualizarlas. No existe ninguna obra totalmente original y desvinculada de las demás. Por eso, penalizar las citas, las parodias, las variaciones sobre una obra no sólo es absurdo, sino además un verdadero atentado a la creatividad.

Me pregunto qué ocurrirá con esta situación en Chile durante el gobierno de Sebastián Piñera, sobre todo teniendo en cuenta que su ministro de cultura, Luciano Cruz-Coke, fue protagonista de la película Se arrienda, de Alberto Fuguet, película que está siendo distribuida gratuitamente con una licencia de Creative Commons. Sólo el tiempo dirá si Cruz-Coke defiende la creación libre o si cede a las presiones de la industria cultural, que parece empeñada en convertirse en el eterno mediador entre el autor y el consumidor de cultura.

P.D.: La imagen de cabecera fue extraída del sitio web www.bulbo.tv.

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Me importa un pepino lo que te pasa

lunes, 22 de febrero de 2010


por Jorge Román

En la última edición impresa de The Clinic aparece un interesante artículo construido en base a entrevistas a las esposas de oficiales de las Fuerzas Armadas que participaron en abusos a los Derechos Humanos durante la dictadura. Se trata de capitanes, mayores y otros oficiales de alta graduación que fueron condenados a algunos años de prisión (más de 5 pero menos de 10) por hechos demostrados de secuestro, tortura y/o asesinato.

El artículo intenta ponernos en los zapatos de mujeres desesperadas, que intentan convivir con la realidad de tener a sus maridos privados de libertad. Nos hablan del dolor de su familia, la vergüenza que viven en su entorno y los grupos de apoyo a los que asisten, donde son apoyadas por algunos guías espirituales como el padre Raúl Hasbún. Pero, en ningún momento, estas mujeres hacen el más mínimo intento por pensar en lo que han sufrido las víctimas de sus maridos.

Un día en que estaba con mi novia comprando unas tonterías en un HomeCenter, la cajera le avisó a la mujer que estaba tras nosotros que por favor no dejara ponerse a nadie más en la fila, ya que iba a cerrar la caja: puso un letrero de "Caja cerrada" y siguió atendiendo. Unos minutos más tarde, había otro montón de clientes en la fila. Mi novia les avisó que la caja estaba cerrada y que atendería sólo hasta la mujer tras nuestro. Una educada señora con un carro repleto dijo que no pensaba moverse, ya que era tarde y tenía que irse a su casa, a lo que mi novia respondió "la cajera también quiere irse a su casa, pero ella lleva 8 horas acá, trabajando". Nadie de la fila se movió. Al final, la cajera tuvo que ser reemplazada por una compañera para que ella pudiera irse, quizás con cuanto tiempo extra en su horario.

Hago memoria también a la bullada celebración por el triunfo de Piñera, el 17 de enero, cuando los manifestantes, enardecidos por una bandera del Che en un edificio, se pusieron a gritar "comunistas maricones, les matamos los parientes por huevones".

Con estos ejemplos trato de apuntar al mismo punto: no sé si será por ignorancia, por fanatismo o simplemente por una absoluta falta de capacidad empática, hay una buena parte de los chilenos que son incapaces de pensar en lo que sufre el otro. Y, sin embargo, nos exigen a nosotros entenderlos a ellos, porque sólo ellos han sufrido.

¿Qué extraño mal aqueja al espíritu de la gente? ¿Por qué el empresario y el ministro de economía no pueden entender lo que significa recibir un sueldo líquido de $130.000 mensuales y se supone que con eso debemos mantener a una familia? ¿Por qué el ladrón de casas de Puente Alto no puede entender que la gente a la que le roba el televisor tiene un trabajo tan miserable como el de sus padres? ¿Por qué el micrero se niega a detenerse en los paraderos si la gente también quiere llegar luego a sus casas? ¿Por qué la esposa de un asesino es incapaz de pensar en la familia del asesinado pero exige que la entiendan a ella?

A veces me da la impresión de que la gente es como un niño, egocéntrico, egoísta, para quien lo único que importa son sus deseos y su sufrimiento, y exige que todo el mundo gire en torno a él. Es incapaz de valorar el sufrimiento ajeno, el trabajo de los demás, y está seguro de que el mundo existe sólo para satisfacerlo a él. Por eso, cuando el mundo se da vuelta y la justicia se le aplica a él, se siente vulnerado, furioso, incapaz de comprender la sentencia. Su cabeza está llena de justificaciones, pero cada vez que se las explica al juez suenan absurdas, abusivas, vacuas. "Ya he sufrido lo suficiente", "se merecía lo que le hice", "ya no soportaba sus gritos", "es que era un delincuente".

A veces me da la impresión que gran parte de los males de este mundo se podrían solucionar si tuviésemos un poco más de información y mucha más empatía. Con empatía, el joven entendería que el viejo necesita un asiento y se lo daría; el jefe entendería que sus empleados tienen muy poco tiempo para estar con su familia y buscaría métodos para hacer más eficiente el tiempo de trabajo y reducir las horas en la oficina; la señora entendería que la jovencita en la fila también quiere acabar luego con su trámite y respetaría la fila; los padres entenderían que la gente quiere ver la película tranquila y sacaría a sus niños gritones de la sala; los presidentes entenderían que la mayor parte de la población vive en un mundo miserable, donde no tienen voz para que escuchen sus problemas de fondo y haría algo por solucionarlos de una vez por todas.

En un mundo con más empatía se escucharía menos a los que tienen poder y más a los que sufren.

Pero claro, no vivimos en un mundo con empatía. Vivimos en un mundo donde la mujer que aborta es una asesina, no una adolescente desesperada a la que la han dado la espalda su pareja, su familia y la salud pública, y el único que le abre las puertas es un matasanos con unos palillos de tejer. Vivimos en un mundo donde la persona el hombre que se retira apenas termina su horario de trabajo es un flojo, no un padre de familia al que le espera una hora de viaje para poder estar un ratito con sus hijos y su mujer. Vivimos en un mundo donde el vendedor de drogas es un criminal, no alguien sin educación, sin oportunidades, a quien le hacen optar entre un trabajo mal pagado de 9 horas diarias y un trabajo ilegal de horario flexible que le permite ganar en un día lo que muchos otros ganan en un mes.

Vivimos en un mundo donde nadie quiere, o simplemente nadie puede, ver más allá de la caricatura que otros nos construyeron.

Por eso los llamo a detenerse un poco antes de pasar a llevar a alguien. Que reflexionemos antes de condenar el comportamiento del desconocido a nuestro lado, que nos salgamos de los juicios construidos por nuestros cercanos y la televisión y pensemos que los delincuentes, los terroristas, los ladrones de supermercado, los flojos, los basureros, los cajeros, los mendigos, los vendedores ambulantes. Todos ellos son seres humanos como nosotros, y quizás, ante circunstancias similares, nosotros actuaríamos igual.

No se trata de cambiar el mundo, sino apenas cambiar el pequeño mundo que nos rodea, hacerlos más amable, más humano. Más empático.

P.D.: la imagen de cabecera es de Gable y Jenkins, quienes trabajan en The Globe and Mail.

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Reflexiones sobre el fin de la Transición

lunes, 1 de febrero de 2010


Por Gino Stock

Quisiera partir diciendo que no creo que la transición se haya terminado. Y después quisiera seguir por preguntarme, ¿qué es la transición?

Y ahora, intentaré responder la pregunta de forma que explique mi primera afirmación.

La transición, como la entienden muchos, era el periodo de adaptación entre el régimen dictatorial y uno democrático. Esta supuesta adaptación implicó las ya conocidas leyes de amarre, la política de los consensos, el miedo oculto como un mal enfocado respeto y olvido, e inmunidad. Impunidad. Y por sobre todo, implico que no se cambiaran las grandes estructuras macroeconómicas, sosteniendo esto en una inmovilidad política basada en el sistema binominal.

Dícese de Chile un país presidencialista. Pues ciertamente siempre que queremos cambios, ni siquiera radicales, sino más bien prudentes o sensatos, como una farmacia estatal frente al caso de la famosa colusión, nos encontramos con la muralla de las leyes. La muralla del Congreso y el binominal. En este caso puntual, la ley que hacía inconstitucional el tema es aquella que apela a que el Estado no puede emprender negocio en sector alguno, a menos que ningún privado quiera hacerse cargo de él. Las únicas excepciones son las pocas empresas estatales que han sobrevivido a la privatización y son previas a esta ley. Pero ese es otro tema.

El caso es que no somos presidencialistas, es simplemente un voladero de luces que nos ayuda a pensar que hay cambios cuando se escoge un nuevo presidente. Y claro, es innegable que los hay, pero no estamos hablando de los mismos cambios. Pueden cambiar las personas que roban, cambiar las personas que mandan al extranjero o a quienes regalan puestos con sueldos absurdos.

Cambia el lado en que la fuerza empuja la muralla. Pero la muralla sigue ahí.

La dictadura era un títere, siempre lo fue, de quienes tenían dinero y hoy tienen más dinero aún. La adaptación de un régimen dictatorial a uno democrático finalmente fue, en forma simple, cambiar el títere de mano.

Siempre hemos estado en transición. Adaptándonos de una forma a otra de ser explotados. De ser abusados, antes por las armas, ahora por las tarjetas de crédito y las usuras. Y no hay formas más crueles que otras, si todas terminan en el miedo.

Ese es el punto final. La misma indignación que nos debe dar la desaparición forzada de personas, es la que nos debe dar el que un anciano tenga que vivir con 70 mil pesos mensuales, o que gente que ahorró para tener sus casas tengan que ver cómo se les llueven y se les terminan viniendo abajo.

Todos son derechos humanos, todo es grave, una muerte maldita, o una vida maldita. Y eso es lo que está escrito en la muralla, en nuestra muralla, que aún no hemos podido derribar.

Por eso, para mí, mientras no empecemos a tener más claro cual es el verdadero objetivo, mientras aún no seamos capaces de mirar de frente esa muralla, mientras aún no intentemos realmente tener, más que una democracia (un nombre que hoy se regala a cualquier cosa), un gobierno realmente representativo, la transición nunca habrá terminado.

P.D.: La tira cómica de cabecera es un clásico de Mafalda, del argentino Joaquín Salvador Lavado (Quino)

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Entiéndame: no tengo la culpa de ser tan rico

miércoles, 27 de enero de 2010



Por Myriam

“Tengo compromisos, como pagar los préstamos con los que financié mi campaña presidencial, los gastos de fundaciones como Futuro, Mujer Emprende, Tantauco. Todo eso requiere muchos recursos. Hay muchos proyectos y el sueldo de Presidente no alcanza para eso. Por tanto, voy a tener una cierta cantidad de recursos para mis necesidades personales y compromisos con fundaciones, no solamente las tres que he mencionado, sino otras con las cuales tengo compromisos de larga data”. Con estas palabras Sebastián Piñera, presidente electo de la República, nos explica a nosotros, sus conciudadanos, que el sueldo de algo más de 6 millones de pesos (líquidos) de presidente no le va a alcanzar para cubrir sus gastos.

Piñera, uno de los hombres más ricos de Chile, nos pide a nosotros, pobrecitos mortales, a nosotros, la gran mayoría de trabajadores chilenos que con suerte alcanzamos las 200 lucas al mes, entenderlo a él. A él que lo tiene todo, a él que si quisiera podría rascarse la guata y dedicarse a sacar las pelusas de su ombligo por el resto de su vida, y aún así vivir mejor que usted y que yo, sin nunca jamás preocuparse por las cuentas, el arriendo, la educación de los hijos y la salud. Nunca.

Si esto no es ciencia ficción, si esto no es esquizofrenia, que alguien me explique qué demonios es.

Hace casi 5 años que Piñera viene haciendo una campaña presidencial. 5 años en los que perfectamente podría, de haber querido, resuelto el tema de su patrimonio, sus inversiones y sus intereses en el mundo privado, que claramente entran en conflicto con el rol público que tanto ha querido asumir. No se puede tener dos señores a la vez.

Si descontamos la anterior campaña presidencial, tenemos casi un año en que también podría haberlo hecho. Desde que Frei fue elegido candidato de la Concertación, los dados estaban echados y su triunfo era prácticamente seguro. Entonces ¿por qué no lo hizo antes? ¿por qué esperar hasta el último momento?

¿Acaso hay que suponer que el señor Piñera no había sacado la cuenta de cuánto ganaba un Presidente de la República?, ¿acaso el señor Piñera no sacó la cuenta que le iba a faltar dinero para esos mentados “compromisos financieros” adquiridos? De un hombre que tiene una caja registradora en vez de cerebro me es difícil creerlo. Si fuera malpensada, diría que es imposible. Es más, si fuera malpensada, creería que él lo sabía y aún así lo hizo.

Y más encima ahora se nos pide nuestra comprensión ¡¿comprensión para qué, por todos los dioses?! ¿Para comprender que alguien que deseaba acceder a la primera magistratura, a gobernar por 4 años los destinos de la nación, a dirigir nuestras políticas económicas, sociales, externas y de seguridad, no había sacado la cuenta de cuánto necesitaba para vivir? O es un completo estúpido o es un completo pillo. Lindo presidente electo nos gastamos.

“Todo el mundo sabe que Sebastián Piñera es una persona de fortuna, nadie lo viene a descubrir ahora. Y las necesidades, las deudas, son compromisos de carácter financiero pueden ser mucho mayores por la envergadura de su patrimonio” dijo en su defensa el parlamentario UDI Víctor Pérez. Está claro que nosotros no lo venimos a descubrir ahora, pero Piñera parece que sí porque no fue capaz de preverlo.

Cuando el patrón le pide al empleado que lo entienda, que no tiene la culpa de ser tan rico, que confíe en él y que le dé (aún más) facilidades es que vivimos en un mundo al revés, un mundo enfermo y esquizofrénico. Un mundo en el que no me gusta vivir.



PD: la imagen de cabecera fue extraída del siguiente sitio web.

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En desacuerdo con los acuerdos

martes, 26 de enero de 2010


Por Jorge Román

"El de Aylwin fue el mejor de los gobiernos de la Concertación. Fue un gobierno fecundo, al cual yo le tengo aprecio y respeto", dijo Sebastián Piñera. Según él, lo que busca es "formar un gobierno de unidad nacional" al que incluso adhieran concertacionistas, sobre todo del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Un coqueteo evidente y esperable por parte de alguien de formación DC y que sabe que no tiene suficiente personal en su pacto para llenar todos los cargos gubernamentales sin llamar a figuras emblemáticas de la dictadura.

Lo que me molesta del asunto es esta exaltación de los acuerdos, como si fuesen la solución a todos los problemas de la democracia, como si la Concertación y la Alianza tuviesen opiniones tan divergentes y como si entre ellos representaran todas las preocupaciones y todos los puntos de vista de los chilenos.

Creo que la "política de los acuerdos" es un arranque de soberbia y una mascarada tan evidente que no sé por qué todavía hay gente que pueda creer en "el cambio". Creo que realizar acuerdos entre gente que apoya el mismo modelo económico, la misma política de explotación laboral, la misma agenda "valórica" (no olvidemos que hay DCs que creen que la píldora del día después es abortiva y que la Concertación nunca ha defendido un programa de educación sexual serio), la misma política educacional y cultural no es generar acuerdos, sino intercambiar ideas y experiencias para evitar que se meta demasiado la pata.

En el mejor de los escenarios posibles, Piñera no va a meter mano a nada: amparándose en la "política de los acuerdos" preferirá que las cosas sigan su rumbo, ya que el cobre nos asegura un buen pasar y los empresarios ganan bastante tal y como están. Es decir, como ha pasado en los últimos 37 años, los que seguirán perdiendo serán siempre los mismos.

Alejandro Foxley (DC y ex ministro de hacienda) afirmó ayer que para ser un país desarrollado, Chile necesita generar acuerdos. El problema es nuevamente el mismo: los acuerdos se toman entre las altas esferas políticas, no con las bases. ¿Acaso la población no tiene derecho a decir que considera que los sueldos son muy bajos y los colegios muy malos? ¿Que Santiago es demasiado grande y demasiado poblada? ¿Que las adolescentes no debieran ser madres?

El gobierno de Aylwin fue un gobierno de acuerdos porque aún teníamos miedo de los militares y porque la Concertación y los que votaron "No" no tuvieron el valor de imponerse como vencedores. Cuando se volvió a la democracia (bajo las condiciones de Pinochet), yo era muy niño para darme cuenta, pero viendo en retrospectiva me da rabia darme cuenta de que todo lo que debió hacerse y decirse en ese momento no se hizo. Los culpables de violación a los Derechos Humanos debieron haberse juzgado en 1990, en ese mismo momento debería haberse formado una Asamblea Constituyente, debió haberse estatizado la educación, reforzado los sindicatos y reinstaurado la obligatoriedad de colegiarse a los profesionales. Y si Pinochet hubiese amenazado con otro golpe de Estado, haber hecho denuncias internacionales: a esas alturas, a nadie, salvo un puñado de chilenos fascistas, le gustaba Pinochet. ¿En verdad las Fuerzas Armadas podrían haberse tomado de nuevo el país, con la derecha, el 60% de los ciudadanos chilenos y toda la comunidad internacional en su contra?

Hoy ya es demasiado tarde para arreglar todas las negligencias de los primeros dos gobiernos de la Concertación. Considero una burla decir que Aylwin fue el mejor mandato de la Concertación porque fue un gobierno de acuerdos. Eso es una forma de decir que está bien que quienes ganaron legítimamente deban bajarse los pantalones ante los perdedores por miedo a que se enfurezcan por haber perdido. Es una forma de validar todos los abusos a la ciudadanía que ocurrieron en democracia. Y es una forma de validar el que los únicos que pueden influir en política son personas con apellidos de calle o un patrimonio superior a los 500 millones de dólares.

Por eso no estoy de acuerdo con la política de los acuerdos. Las decisiones políticas no deben tomarlas un puñado de familias ABC1 totalmente desconectadas de lo que vive el tipo que le recoge la basura, el operador telefónico que atiende sus reclamos y la niña que quedó embarazada luego de ser violada repetidas veces por su padrastro.

En un mundo ideal, las decisiones las deberían tomar todos los mayores de 18 años con criterio formado. Pero no vivimos en un mundo ideal: los chilenos mayores de 18 años son en su mayoría analfabetos funcionales que andan más preocupados de la delincuencia y de comprarse una pantalla LCD que de su propia educación y los problemas de su vecino. Por ello, creo que más que acuerdos entre pactos políticos, debería haber un diálogo con la ciudadanía a través de profesionales que estudien los problemas del pueblo chileno, los escuchen, sinteticen sus problemas y propongan soluciones. Un diálogo con líderes vecinales, con representantes directos de la ciudadanía, no con aquellos que se eligen a dedo para las parlamentarias y su maldito sistema binominal.

Y sólo cuando sepamos en verdad qué es lo que el pueblo chileno necesita, sólo entonces, podemos proponer acuerdos.

P.D.: La imagen de cabecera fue extraída del siguiente sitio web

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A nadie le importa la delincuencia

viernes, 22 de enero de 2010


Por Jorge Román

La primera semana de enero se realizó en la Casa Central de la Universidad de Chile un congreso sobre modelamiento y técnicas cuantitativas para analizar y prevenir el crimen. El congreso, llamado "Workshop en Análisis y Modelamiento de la Seguridad" (WAMOS) tuvo como expositores a destacados académicos e investigadores nacionales y extranjeros como Javiera Blanco (Subsecretaria de Carabineros), Marcus Felson (académico de la Escuela de Justicia Criminal de la Universidad de Rutgers), Juan Emilio Cheyre (ex Comandante en Jefe del Ejército y académico de la Universidad Católica) y Paul Brantingham (académico de criminología en la Universidad Simon Fraser), entre muchos otros.

El congreso tuvo presentaciones y debates de primer nivel en torno al problema de la criminalidad y la prevención del delito. Como conclusiones generales, los académicos concordaban en que se trata de un problema complejo, que no tiene solución al corto plazo, y que la represión policial y el encarcelamiento en muchos casos no hace más que empeorarlo. Los grandes ausentes del congreso fueron, sin embargo, las autoridades de gobierno y de oposición.

Se les invitó a través de cartas personales, invitaciones, conversaciones telefónicas y correos electrónicos. Los organizadores del WAMOS no sólo tenían contactos en las más altas esferas del mundo político, sino que además tenían amistad con muchos de ellos. Prueba de eso es que expuso la subsecretaria de carabineros y la directora ejecutiva de Paz Ciudadana; además, el ministro del interior, Edmundo Pérez Yoma, afirmó que asistiría a la inauguración (aunque al final no fue). Sin embargo, ya al segundo día, el congreso tenía más expositores que asistentes.

Es posible que al congreso le haya jugado en contra la segunda vuelta presidencial. Pero también podría haber sido un incentivo: si eres candidato a la presidencia y te enteras de que hay un congreso sobre seguridad ciudadana (el tema al que le dieron más bombo durante las elecciones), ¿por qué no envías a uno de tus asesores para que traiga ideas frescas sobre cómo combatir la delincuencia? Muy sencillo: porque en realidad NO TE IMPORTA.

Ya en la primera exposición, la de Javiera Blanco, quedó de manifiesto no sólo que la victimización (es decir, el número de personas que ha sufrido delitos) ha disminuido en Chile, sino que el número y la violencia de los delitos que se cometen en el país son ínfimos comparados con otros países de América Latina. Sin embargo, tenemos una sensación de inseguridad más alta que en Colombia.

Uno de los focos de su exposición fue el de los menores que delinquen: Blanco presentó mapas de las zonas en que viven los delincuentes menores de edad. Si superponía esos mapas a las denuncias de violencia intrafamiliar, la coincidencia era casi 1:1.

Otras exposiciones en el WAMOS mencionaban la importancia del barrio: mientras algunas zonas de la Pintana (una de las comunas de Santiago más estigmatizada con el crimen) estaban casi libres de victimización, otras eran un hervidero de violencia. Los académicos concluían que para combatir estos problemas no servía la cárcel y la represión, sino una multitud de factores entre los que se encuentran el tamaño de las viviendas, el acceso a áreas verdes, las redes de apoyo vecinales e incluso las jornadas laborales de los padres.

Otra visión interesante de la delincuencia y la cárcel la entrega Alfred Blumstein (investigador de criminología de la Universidad Carnegie Mellon). Conversando con él respecto al problema de la cárcel y la rehabilitación, Blumstein dio algunas pistas muy interesantes.

Hace 30 años, en Estados Unidos, se hizo un estudio comparativo entre los criminales que salían de la cárcel sin pasar por un programa de rehabilitación y los que sí pasaban por él. La conclusión fue demoledora: los "rehabilitados" delinquían tanto como los no rehabilitados. Desde entonces, la rehabilitación cayó en descrédito, y de poco sirvieron las objeciones de los académicos que denunciaron errores de metodología en la investigación (por ejemplo, se comparaban delincuentes que habían cometido distinto tipo de delitos: robo de casas contra tráfico de drogas, por ejemplo). El otro problema es que el programa de rehabilitación se empezaba a aplicar poco antes de salir de la cárcel o después de salir de ella.

Hace unos 5 años, Blumstein y otros investigadores propiciaron nuevos programas, llamados de "reinserción". La idea es evitar que los que delinquen por primera vez entren en contacto con los delincuentes habituales y que se les someta a un programa de reinserción social apenas entran a la cárcel. Estos programas se muestran mucho más efectivos que cualquier otro aplicado anteriormente. Como bien se sabe, la cárcel es una escuela del crimen, y sería suicida mezclar a ladrones de supermercado con violentos ladrones de casa o asesinos.

El hecho es que la delincuencia es un tema social y humano tremendamente delicado y complejo. No puede solucionarse en 4 años, ni siquiera en 10. Requiere de una política seria, bien estudiada, bien ejecutada y permanente en el tiempo, tal como ocurre con otros problemas de fondo, como la educación y la desigualdad social. Si se aplicara un programa social serio al respecto, quizás en 20 o 30 años los niveles de violencia y criminalidad descenderían en forma notoria.

Por eso da risa que el ex candidato a la presidencia, y ahora presidente electo, prometa que los narcotraficantes tienen los "días contados" o que a los delincuentes "se les acabó la fiesta". Este tipo de promesas imposibles demuestran que a ningún político le interesa en verdad atacar los problemas sociales como la inequidad, la violencia intrafamiliar, los abusos laborales y la delincuencia (que están íntimamente ligados). El electorado y la prensa, ignorantes e impacientes, quieren soluciones mañana, no en 30 años. Y la clase política responde a esta solicitud prometiendo cosas imposibles, inventando resultados y llenándonos de circo para distraernos.

Los políticos, a fin de cuentas, son tan seres humanos como los delincuentes y como todos nosotros: no somos una especie distinta. Cualquiera de nosotros, puesto en las circunstancias y bajo las presiones apropiadas, podría convertirse en un político mentiroso o un ladrón de cajeros automáticos. Antes de empezar siquiera a enfrentar el problema deberíamos entender eso: imaginar y estudiar cuáles podrían ser esas "circunstancias" y "presiones" que nos podrían llevar a convertirnos en delincuentes. Y después, enfrentarlas, eliminarlas del mundo en que vivimos.

P.D.: El sitio web del WAMOS tiene información respecto a los expositores del congreso. Próximamente se publicarán las presentaciones de los participantes: les informaré de ello apenas estén disponibles.

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El buen negocio de ser presidente

miércoles, 20 de enero de 2010


Por Jorge Román

Una buena noticia para quienes votaron por Piñera creyendo en que no robaría porque tiene dinero: tenían razón. De hecho, no necesita robar, ya que, como confirma una nota publicada en El Mostrador, sólo entre el viernes 15 y el lunes 18 de enero, las acciones que Piñera posee en Lan aumentaron en casi 11 millones de dólares su valor (unos 5.400 millones de pesos).

Pero como nuestro ilustre presidente electo prometió vender sus acciones de Lan antes del 11 de marzo para no tener conflictos de intereses, no podrá seguir disfrutando del alza de las acciones. Si vendiera sus acciones hoy, podría recibir apenas algo más de U$ 1.500 millones por ellas, a lo que, por supuesto, hay que deducir lo que le deben haber costado en su momento. Lo bueno del asunto es que, desde el segundo semestre del 2009 a la fecha, las acciones de Lan que pertenecen a Piñera han aumentado en más de U$ 393 millones (más de 193.500 millones de pesos). Es decir, la familia Piñera-Morel debe estar respirando, ya que con esas ganancias podrán pagar la onerosa campaña presidencial que tapizó todo Chile con la eterna sonrisa de don Sebastián Piñera, el crédito universitario de los hijos, los choques de los autos y una buena provisión de Coca-Cola para lo que queda del 2010. Ah, y en una de esas les sobra dinero para ayudar a los pobres haitianos con algo de arroz, fideos y unas botellas de agua mineral.

Sin embargo, yo creo que la familia Piñera-Morel debería preocuparse seriamente de sus ingresos, ya que tengo mis dudas de que pueda mantener el estatus que le corresponde sólo con el sueldo de presidente y las utilidades de las pocas empresas que Piñera dejará para sí (como la Clínica Las Condes y Chilevisión). Quizás por eso los líderes de la Confederación de la Producción y el Comercio están tan confiados en que el nuevo presidente conversará con ellos temas tan importantes como la mayor flexibilidad laboral, el fin de la indemnización por años de servicio y el problema del sueldo mínimo: esto le permitiría tanto a nuestro ilustre presidente como a sus compinches mantener un nivel de vida digno, acorde a su posición.

Los trabajadores no tienen por qué preocuparse, ya que Piñera prometió que se relacionará con ellos, los escuchará y seguramente reflexionará hondamente sobre sus necesidades. Pero ya dijo e insistió en que no conversará con las cúpulas sindicales, seguramente porque ellas no están conformadas por trabajadores y no representan las necesidades de los asalariados.

Otra buena noticia para los que creyeron en la promesa de Piñera del millón de nuevos empleos: según el diario Estrategia, con la venta del 20% de Codelco a las AFP (una de las propuestas declaradas por los asesores de Piñera), se podría financiar todo el plan económico de los próximos cuatro años. Es cierto que después será casi imposible que el Estado vuelva a ser dueño de ese 20%, pero ese es un pequeño sacrificio a realizar por la posibilidad de regalarnos sueños durante cuatro años y hacer reflotar el negocio de las AFPs, tan golpeado por la última crisis económica.

Y para terminar, otra buena noticia: el presidente electo ya demostró que no aceptará las insolencias de los periodistas y se encargará personalmente de filtrar la información que llegue a la ciudadanía para que no nos llenen la cabeza con ideas erróneas respecto a lo que pasa en el país.

Así, apenas a tres días de las elecciones, se confirma que la ciudadanía tiene buen ojo y visión de futuro, y que el cambio en verdad nos va a favorecer a todos.

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El cambio ya fue

martes, 19 de enero de 2010

Por Myriam

Nací en dictadura. Para mí un uniformado era sinónimo de peligro, de muerte… me daban terror, no distinguía entre un milico y un paco: todos eran lo mismo, eran los que sembraban el miedo en mi país y yo, a mis cortos 5 años, les temía. No porque nadie me hubiera dicho nada, porque nací con el miedo a la dictadura en mi ADN.

Junto con las canciones que me enseñaban en el jardín infantil, crecí cantando el jingle del “No”. En mi casa teníamos banderines y chapitas y a la hora de la franja le subíamos el volumen a la tele y cantábamos todos juntos. Cuando venía la franja del “Sí”, la bajábamos el volumen o la apagábamos.

Hasta el día de hoy, cada vez que escucho la musiquita de radio Cooperativa (o el antiguo “extra, extra de Teletrece”) se me pasa por la mente la cada vez más vaga idea de que pudo haber un atentado y dinamitaron alguna central eléctrica, como solía suceder a fines de la dictadura.

Cuando ganó el “No” y después Aylwin en mi casa celebramos. Sin embargo, el miedo todavía estaba latente, el gorila seguía rondando. Para el “Boinazo” no me mandaron al colegio, estuvimos todo el día mirando las noticias y los extras, las declaraciones del gobierno (todos con cara de terror) y a los milicos desperdigados por el centro con sus mejores pintas de combate. Los fantasmas del pasado reciente volvían. Mi tía, nerviosísima, recordaba cómo el día del golpe los Hawker Hunter pasaban en vuelo rasante por nuestra casa camino a la residencia del Presidente Allende. Y yo sentía ese miedo que se traspasaba por sus poros y lo inundaba todo.

Seguramente la gente que hoy día tiene 12, 15 ó 17 años no entienda esto. Seguramente si alguien que no nació en dictadura lee esto le parecerá de otro mundo. Y sin embargo hace no tantos años éste era el panorama del país y la percepción que muchas personas teníamos de él.

Ese fue el país en que nací, pero ese no es el país en que vivimos.

Hoy veía en las noticias cómo los comandantes en jefe de las fuerzas armadas iban a saludar a Piñera a su casa y caí en la cuenta que apenas conocía sus nombres y sus caras. Y (de nuevo) me sentí rara. Son de esos cambios imperceptibles que van operando a través de los años, una silenciosa transición que no percibimos hasta que pasan cosas como éstas.

Ahí estaban los uniformados, sin lentes oscuros, sin gestos de prepotencia hacia el poder civil, sin grandes operativos de seguridad, sin la sombra siniestra que tenían cuando yo era chica y ver a Pinochet con capa me recordaba a Darth Vader y la marcha imperial.

El verdadero cambio ya se produjo hace mucho tiempo y no tuvo que ver con marcar alguna opción en el voto, sino que ha sido mucho más profundo y más lento que eso. El verdadero cambio es sentirse libre de expresar las ideas e ideales políticos, sin temor a perder la libertad o la vida, pasa porque todo el miedo se vuelva parte de un pasado remoto, un mal sueño. Lástima que a veces ese cambio pase también por el olvido.


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Día 1: el fin de la transición

lunes, 18 de enero de 2010


Por Jorge Román

Ayer terminó la transición a la democracia. En Puente Alto y La Florida, los bocinazos eran escasos y las banderas se enarbolaban sólo desde la seguridad del auto comprado en veinte o treinta cuotas. Pero en la micro y el metro la gente andaba como de costumbre: silenciosa, gris, con una mueca de resignación, como si no les importara la algarabía que se formaba frente al hotel Crowne Plaza, en la Alameda, en Providencia, Las Condes y todos los barrios arribistas.

Yo vivo a una cuadra de Providencia y el escándalo era molesto: eran las doce de la noche y aún había gente tocando cornetas, piteando escandalosamente la bocina y celebrando porque habían ganado. ¿Quién ganó? La verdad, Chile ganó mucho más con clasificar al mundial que con cualquier elección presidencial. Ninguno de nosotros ganaba ni con Frei ni con Piñera. A lo sumo, ganamos un cambio de rostros en el equipo: en vez de ver a Vidal como vocero de gobierno, vamos a ver a Longueira, o Lavín, o quizás Iván Moreira, quién sabe.

Pero ideológicamente, ninguna de las opciones prometía un cambio. Incluso el mismo Piñera dijo en su primer discurso como presidente electo que no tenía intención de derribar lo que ha hecho la Concertación. Apenas hizo promesas vagas de ampliar las redes de protección social (lo que, en su lenguaje, puede entenderse simplemente como limosnas y bonos familiares), superar el subdesarrollo, derrotar la pobreza y dar oportunidades (nótese que no dijo "dar oportunidades para todos", sino simplemente "dar oportunidades"... lo que suena a "becas", cosa que ya se estaba haciendo).

Sin embargo, las palabras bonitas, las buenas intenciones y la ingenuidad de la ciudadanía no pueden cambiar lo esencial: Piñera fue un prófugo de la justicia y no fue procesado porque tenía un hermano en el gobierno de Pinochet; sus empresas han tenido que pagar multas por colusión (LanCargo, Farmacias Ahumada) y él por abuso de información privilegiada (al respecto, sugiero leer la última edición de El periodista, que reproduce un capítulo del libro de María Olivia Monckeberg Los magnates de la prensa, o que lean directamente el libro). Y, lo más importante, Piñera no gobernará solo: gobernará con un montón de políticos que participaron de la dictadura o que, hasta hoy, avalan el que a la gente le quemaran los genitales con cigarrillos y las hicieran comer su propia mierda porque pensaban diferente o porque quizás estaban preparando una revolución.

La transición terminó. ¿Por qué? Porque, después 22 años, la ciudadanía ha optado por olvidar todo lo que pasó en este país, ha optado por hacer borrón y cuenta nueva y hacer como si Piñera y todo su equipo de gobierno fuesen blancas palomas que no han ejercido un cargo de gobierno en más de dos décadas. La transición terminó porque no queremos recordar que nuestro abuelo enterraba sus libros en el patio o electrocutaba los pezones de seres humanos. Terminó porque, por fin, nos hicieron creer que la Alianza es un cambio, cuando simplemente son parientes de la Concertación. La clase política chilena está conformada por un puñado de apellidos que se reparten casi en forma aleatoria en el estrechísimo espectro político chileno, que apenas alcanza a rozar la izquierda, porque incluso los comunistas son conservadores.

Quizás la transición terminó porque en estas elecciones por fin votó una generación que nació en democracia. Una democracia tutelada, pero una democracia al fin.

Quiero empezar este blog como un registro, como un espacio donde desahogar lo que estamos viviendo, el verdadero "cambio" que se vivirá en Chile durante los próximos años. Quiero invitar a mis amigos y a cualquiera que tenga deseos de expresarse a través de este pequeño espacio, a que cuente cómo se está viviendo hoy en este país que ni los políticos ni la ciudadanía ni la prensa parecen conocer.

Yo recuerdo el día que ganó el "No": recuerdo esas filas interminables de autos con banderas multicolores que recorrían toda la Alameda, Providencia y Apoquindo, esa euforia colectiva que, creíamos, marcaba el fin de la tiranía. Las celebraciones de ayer son una sombra de lo que fueron las celebraciones de ese lejano octubre de 1988, apenas un eco de la felicidad que recorría las calles de Santiago y, supongo, de todo Chile, cuando se supieron los resultados. Sin embargo, no ganamos. No ganamos porque Pinochet perdió bajo sus condiciones, condiciones que se han mantenido hasta hoy, porque ni la Concertación ni la Alianza han demostrado una voluntad real por cambiarlas. Porque a ellos les conviene.

Piñera ganó. Y promete, una vez más, que la alegría ya viene (no lo dice textualmente, pero eso quiere decir en su primer discurso como presidente electo). Sí, el cambio, la alegría ya vienen. ¿Por qué me siento en un constante déjà vu?

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Cómo colaborar

domingo, 17 de enero de 2010

Este es un blog colaborativo, por lo tanto se hace entre todos. Si quieres participar, sólo envíanos un mail a caballero.fantasma(arroba)gmail.com. Nosotros nos reservamos el derecho a corregir las faltas de ortografía y/o redacción, pero nos comprometemos a no cambiar el sentido de tu texto. En caso de que realicemos cambios mayores, te enviaremos el texto corregido para solicitar tu aprobación.

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Quiénes somos

sábado, 16 de enero de 2010

Somos un grupo de jóvenes y no tan jóvenes interesados en la situación política, social, cultural y económica de Chile. Provenimos de distintas áreas y tenemos interés en divulgar, en forma asertiva y responsable, visiones sobre el país en el que vivimos.

Para nosotros, la llegada de la derecha al poder marca el fin de la transición y, como todo fin, exige una reflexión y un análisis de lo que hemos vivido hasta ahora para saber hacia dónde nos estamos proyectando. Y el problema es que no nos gusta hacia donde estamos apuntando.

Es por ello que hemos creado este espacio para expresar no sólo lo que pensamos nosotros, sino también nuestros lectores. Nuestra idea es que quienes leen este blog y tengan interés en escribir sobre los temas que les preocupan, nos envíen sus colaboraciones y nosotros nos encargaremos de publicarlas.

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