Piñera y el estilo "Papá Presidente"

viernes, 19 de marzo de 2010


Por Catalina Chaika

Históricamente la figura del Padre nos pesa a los chilenos. Pueblo de huachos y bastardos, nuestras mamás suelen moverse en opuestos: nos toca la maldita opresora Inés de Suarez o la cariñosa y santa Virgen del Carmen.

Con el Padre la cosa es mucho más fácil: es la autoridad neta, el señor feudal que sabe cómo resolver nuestros problemas y que nos devolverá nuestra lealtad y ciega obediencia con su protección. De a poco las generaciones han aprendido a cuestionarlos, pero la rebeldía aún es vista como un mal pasajero y en el peor de los casos, como simple delincuencia.

Todo lo anterior calza en cualquier sistema de gobierno, menos en una democracia. Hay múltiples razones por las que las monarquías absolutas perdieron su credibilidad, pero una de la más evidentes es que ningún ser humano es infalible. Darle poder absoluto a alguien es equivalente a dejar a un chimpancé en el cuarto de mando de una planta nuclear. La única razón por la que Springfield sigue existiendo es porque Los Simpsons son ficción.

¿Qué tiene todo esto que ver con Piñera? Escuchen sus declaraciones con atención y se darán cuenta de que él asumió el rol del Padre sin consultarle a nadie si quería ser adoptado. Para cualquier persona que le dedique unos minutos a su historia, esta transformación no es nada sorprendente. Nuestro trauma nacional es tan amplio que prácticamente todos los Presidentes han usado ese rol para llegar a la pantalla de los televisores, tomar metafóricamente de la mano al trabajador y decirle: "confía en mí, yo te voy a ayudar a salir adelante". Pinochet le agregaba el "y si no me obedeces, te arrepentirás carajo". El remate de Aylwin era similar al de los padres de clase media: "en la medida de lo posible". Frei era del tipo de papá al que tienes que pedirle hora o dejar nota con su secretaria. Lagos quería parecer buena onda y el demócrata universal, pero esa arrogancia del tipo "yo sé más que tú, respétame y cállate" estropeaba cualquier esfuerzo.

Bachelet es un caso aparte. Durante su campaña anunció que su período sería un "gobierno ciudadano". Eso significaba, quizás por primera vez en Chile, un gobernante que partía del supuesto de que nosotros, los ciudadanos, no somos un montón de ganado. El reconocimiento de nuestra capacidad para decidir nuestro camino, que existen otras maneras de llegar al destino propuesto y que conversando podemos llegar a verdaderos acuerdos. ¿Recuerdan cuando se la criticó por la abundancia de comisiones, como si eso fuera prueba de su falta de autoridad? Los que afirmaban eso confundían autoridad con autoritarismo.

Pero Piñera la sucedió y aparece declarando que tendrá "mano dura" con la delincuencia, que "ayudará" a los damnificados, que tendrá a los niños en el colegio -a como dé lugar- en un plazo determinado por él. ¿Alguien se acuerda de que existe la separación de poderes del Estado? Piñera hace publicidad engañosa cuando habla de ser estricto con los saqueadores, porque él no es Rey, no es el Padre del país que le va a dar de correazos a los niños malos, es simplemente el líder del poder Ejecutivo. ¿Acaso va a impulsar un proyecto de ley especial para los saqueadores o le va a indicar a los jueces que les doblen las condenas?

Hay hipocresía cuando afirma que "ayudará" (un Estado no ayuda, no da limosna: un Estado asiste, que es una de sus tareas) a los que perdieron sus hogares al mismo tiempo que nombra en distintos altos cargos a personas que tienen vinculación con las constructoras de casas y departamentos de pésima calidad.

Y por supuesto que a Piñera le importa en primer lugar las cifras: decir que a 50 días del terremoto todos los escolares estarán en clases suena lindo, ¿cierto? ¿Pero suena tan bien cuando se toma en cuenta las condiciones? El ministro de educación, Joaquín Lavín, comentó en una entrevista la idea de poner a distintos cursos en un gimnasio: yo tuve una experiencia muy similar y francamente lo único que recuerdo es un dolor de cabeza horroroso pues la acústica y el calor eran el infierno mismo. No he escuchado ni leído en ningún lado qué va a pasar con los sueldos de los profesores, que con la genialidad de eliminar la jornada completa para encajar en un edificio a dos colegios, obviamente van a tener menos horas. Y para qué hablar de la brecha entre los colegios privados y el resto, esos otros que sufrirán el ayuno forzado de contenidos impuesto por las circunstancias.

Aún con estos ejemplos, no me extrañaré si en la primera encuesta de aprobación el Padre Piñera logra un alto porcentaje positivo. Estamos en una crisis, nos recuerdan majaderamente las noticias a diario, debemos asustarnos y agradecer a Dios -o, en mi caso, al Monstruo de Espagueti Volador- por estar vivos, con un techo sobre nuestras cabezas y con el Padre Piñera a cargo de todo nuestro país. No, por favor, no lo distraiga preguntándole sobre LAN, ni le sugiera usar los excedentes del cobre, ni le recuerde la promesa del millón de (decentes) empleos, ¿no ve que estamos en crisis y el Padre trabaja por nosotros?

Claro que esperar que ese rol sea puramente por vocación es tener la ingenuidad de un niño de 4 años.

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