El cambio ya fue

martes, 19 de enero de 2010

Por Myriam

Nací en dictadura. Para mí un uniformado era sinónimo de peligro, de muerte… me daban terror, no distinguía entre un milico y un paco: todos eran lo mismo, eran los que sembraban el miedo en mi país y yo, a mis cortos 5 años, les temía. No porque nadie me hubiera dicho nada, porque nací con el miedo a la dictadura en mi ADN.

Junto con las canciones que me enseñaban en el jardín infantil, crecí cantando el jingle del “No”. En mi casa teníamos banderines y chapitas y a la hora de la franja le subíamos el volumen a la tele y cantábamos todos juntos. Cuando venía la franja del “Sí”, la bajábamos el volumen o la apagábamos.

Hasta el día de hoy, cada vez que escucho la musiquita de radio Cooperativa (o el antiguo “extra, extra de Teletrece”) se me pasa por la mente la cada vez más vaga idea de que pudo haber un atentado y dinamitaron alguna central eléctrica, como solía suceder a fines de la dictadura.

Cuando ganó el “No” y después Aylwin en mi casa celebramos. Sin embargo, el miedo todavía estaba latente, el gorila seguía rondando. Para el “Boinazo” no me mandaron al colegio, estuvimos todo el día mirando las noticias y los extras, las declaraciones del gobierno (todos con cara de terror) y a los milicos desperdigados por el centro con sus mejores pintas de combate. Los fantasmas del pasado reciente volvían. Mi tía, nerviosísima, recordaba cómo el día del golpe los Hawker Hunter pasaban en vuelo rasante por nuestra casa camino a la residencia del Presidente Allende. Y yo sentía ese miedo que se traspasaba por sus poros y lo inundaba todo.

Seguramente la gente que hoy día tiene 12, 15 ó 17 años no entienda esto. Seguramente si alguien que no nació en dictadura lee esto le parecerá de otro mundo. Y sin embargo hace no tantos años éste era el panorama del país y la percepción que muchas personas teníamos de él.

Ese fue el país en que nací, pero ese no es el país en que vivimos.

Hoy veía en las noticias cómo los comandantes en jefe de las fuerzas armadas iban a saludar a Piñera a su casa y caí en la cuenta que apenas conocía sus nombres y sus caras. Y (de nuevo) me sentí rara. Son de esos cambios imperceptibles que van operando a través de los años, una silenciosa transición que no percibimos hasta que pasan cosas como éstas.

Ahí estaban los uniformados, sin lentes oscuros, sin gestos de prepotencia hacia el poder civil, sin grandes operativos de seguridad, sin la sombra siniestra que tenían cuando yo era chica y ver a Pinochet con capa me recordaba a Darth Vader y la marcha imperial.

El verdadero cambio ya se produjo hace mucho tiempo y no tuvo que ver con marcar alguna opción en el voto, sino que ha sido mucho más profundo y más lento que eso. El verdadero cambio es sentirse libre de expresar las ideas e ideales políticos, sin temor a perder la libertad o la vida, pasa porque todo el miedo se vuelva parte de un pasado remoto, un mal sueño. Lástima que a veces ese cambio pase también por el olvido.


5 comentarios:

Jorge Román 20 de enero de 2010, 15:09  

Yo también crecí con ese miedo a los uniformes, un rechazo inconsciente que tengo hasta hoy: todavía me ponen nerviosos los pelados con las metralletas y lo pienso dos veces antes de preguntarle algo a un carabinero.

Y sin embargo, ya no es lo mismo que hace 12 años, poco antes de que arrestaran a Pinochet en Londres, cuando todavía le teníamos miedo a los milicos y nadie pensaba en llevarlos a juicio.

Es cierto, Chile ha cambiado mucho, pero también temo que en ese cambio positivo nos hemos olvidado de lo que pasó. Y, peor aún, todavía existe gente que justifica lo que pasó o que insiste en hablar de "dos caras de la moneda", como si un descalabro económico de 3 años pudiera justificar un Estado de terror de 17 años.

Barbaridad 20 de enero de 2010, 16:04  

Yo veo un milico y tiemblo. Y no sé por qué, pero los pacos me despiertan ternura. Les pagan tan poco por hacer un trabajo tan ingrato...y riesgoso.

Cada vez que escuchaba el cañonazo de las 12, pensaba que habîa golpe. Y por supuesto, mis hermanos chicos no entienden por qué creo eso. Tarea de nosotros es refrescarles la memoria!

Jorge Román 20 de enero de 2010, 18:34  

Bárbara: refrescarles la memoria... Para que algo así no vuelva a pasar. Lástima que parece una constante en la historia de Chile: todas las Constituciones de larga duración se han escrito en dictaduras.

Unknown 21 de enero de 2010, 1:17  

ohhh encontré otra barbaridad ..jajja
y poniendome seria , yo niña no tengo muchos recuerdos de la dictadura salvo el plebicito , que mi mamá estaba contenta,después más grande me contó lo que ella había visto como una cuidadana que no milito nunca en un partido politico.
asi que no , no me produjeron nunca miedo .lo que si se me tenia estreictamente prohibido hablar de pinochet , militares o cualquier cosa de ese estilo fuera de la casa .
pero es cierto lo que dices quizás ese mismo cambio paulatino , silencioso hace que no valoremos la libertad que tenemos hoy .
por que lo que paso en el 73 , esta quedando en los libros de historia, reduciendose a hechos , ya no hay emociones al respecto .
como si un gobierno o su ideologia, cualquiera sea su color se pueda imponer a lo más básico de los seres humanos.

Myriam 21 de enero de 2010, 10:56  

Jorge: yo todavía siento un poco de inquietud cuando paso cerca de ellos. Por ejemplo no me gusta mirarlos a la cara, son cosas, huellas de la historia de mi país que quedan en mi historia.

Barbaridad: a los 5 años no distinguía un milico de un paco, todos eran uniformados no más. Claro, con el tiempo uno va cachando que son distintos, pero eso fue más tarde.

Bárbara: es interesante leer esos punto de vista entre la gente que creció en un ambiente bastante politizado (como yo) a aquella que lo hizo sin que los papás le dijeran nada por miedo. Creo que sería interesante discutirlo para postearlo más adelante (por si te animas ;))

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