En desacuerdo con los acuerdos

martes, 26 de enero de 2010


Por Jorge Román

"El de Aylwin fue el mejor de los gobiernos de la Concertación. Fue un gobierno fecundo, al cual yo le tengo aprecio y respeto", dijo Sebastián Piñera. Según él, lo que busca es "formar un gobierno de unidad nacional" al que incluso adhieran concertacionistas, sobre todo del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Un coqueteo evidente y esperable por parte de alguien de formación DC y que sabe que no tiene suficiente personal en su pacto para llenar todos los cargos gubernamentales sin llamar a figuras emblemáticas de la dictadura.

Lo que me molesta del asunto es esta exaltación de los acuerdos, como si fuesen la solución a todos los problemas de la democracia, como si la Concertación y la Alianza tuviesen opiniones tan divergentes y como si entre ellos representaran todas las preocupaciones y todos los puntos de vista de los chilenos.

Creo que la "política de los acuerdos" es un arranque de soberbia y una mascarada tan evidente que no sé por qué todavía hay gente que pueda creer en "el cambio". Creo que realizar acuerdos entre gente que apoya el mismo modelo económico, la misma política de explotación laboral, la misma agenda "valórica" (no olvidemos que hay DCs que creen que la píldora del día después es abortiva y que la Concertación nunca ha defendido un programa de educación sexual serio), la misma política educacional y cultural no es generar acuerdos, sino intercambiar ideas y experiencias para evitar que se meta demasiado la pata.

En el mejor de los escenarios posibles, Piñera no va a meter mano a nada: amparándose en la "política de los acuerdos" preferirá que las cosas sigan su rumbo, ya que el cobre nos asegura un buen pasar y los empresarios ganan bastante tal y como están. Es decir, como ha pasado en los últimos 37 años, los que seguirán perdiendo serán siempre los mismos.

Alejandro Foxley (DC y ex ministro de hacienda) afirmó ayer que para ser un país desarrollado, Chile necesita generar acuerdos. El problema es nuevamente el mismo: los acuerdos se toman entre las altas esferas políticas, no con las bases. ¿Acaso la población no tiene derecho a decir que considera que los sueldos son muy bajos y los colegios muy malos? ¿Que Santiago es demasiado grande y demasiado poblada? ¿Que las adolescentes no debieran ser madres?

El gobierno de Aylwin fue un gobierno de acuerdos porque aún teníamos miedo de los militares y porque la Concertación y los que votaron "No" no tuvieron el valor de imponerse como vencedores. Cuando se volvió a la democracia (bajo las condiciones de Pinochet), yo era muy niño para darme cuenta, pero viendo en retrospectiva me da rabia darme cuenta de que todo lo que debió hacerse y decirse en ese momento no se hizo. Los culpables de violación a los Derechos Humanos debieron haberse juzgado en 1990, en ese mismo momento debería haberse formado una Asamblea Constituyente, debió haberse estatizado la educación, reforzado los sindicatos y reinstaurado la obligatoriedad de colegiarse a los profesionales. Y si Pinochet hubiese amenazado con otro golpe de Estado, haber hecho denuncias internacionales: a esas alturas, a nadie, salvo un puñado de chilenos fascistas, le gustaba Pinochet. ¿En verdad las Fuerzas Armadas podrían haberse tomado de nuevo el país, con la derecha, el 60% de los ciudadanos chilenos y toda la comunidad internacional en su contra?

Hoy ya es demasiado tarde para arreglar todas las negligencias de los primeros dos gobiernos de la Concertación. Considero una burla decir que Aylwin fue el mejor mandato de la Concertación porque fue un gobierno de acuerdos. Eso es una forma de decir que está bien que quienes ganaron legítimamente deban bajarse los pantalones ante los perdedores por miedo a que se enfurezcan por haber perdido. Es una forma de validar todos los abusos a la ciudadanía que ocurrieron en democracia. Y es una forma de validar el que los únicos que pueden influir en política son personas con apellidos de calle o un patrimonio superior a los 500 millones de dólares.

Por eso no estoy de acuerdo con la política de los acuerdos. Las decisiones políticas no deben tomarlas un puñado de familias ABC1 totalmente desconectadas de lo que vive el tipo que le recoge la basura, el operador telefónico que atiende sus reclamos y la niña que quedó embarazada luego de ser violada repetidas veces por su padrastro.

En un mundo ideal, las decisiones las deberían tomar todos los mayores de 18 años con criterio formado. Pero no vivimos en un mundo ideal: los chilenos mayores de 18 años son en su mayoría analfabetos funcionales que andan más preocupados de la delincuencia y de comprarse una pantalla LCD que de su propia educación y los problemas de su vecino. Por ello, creo que más que acuerdos entre pactos políticos, debería haber un diálogo con la ciudadanía a través de profesionales que estudien los problemas del pueblo chileno, los escuchen, sinteticen sus problemas y propongan soluciones. Un diálogo con líderes vecinales, con representantes directos de la ciudadanía, no con aquellos que se eligen a dedo para las parlamentarias y su maldito sistema binominal.

Y sólo cuando sepamos en verdad qué es lo que el pueblo chileno necesita, sólo entonces, podemos proponer acuerdos.

P.D.: La imagen de cabecera fue extraída del siguiente sitio web

3 comentarios:

Natilla 26 de enero de 2010, 15:59  

como que no me queda nada que decir despues de leer esto, quien escribio la entrada lo dijo todo. Solo cito:

"pero viendo en retrospectiva me da rabia darme cuenta de que todo lo que debió hacerse y decirse en ese momento no se hizo".
Me pasa exactamente lo mismo. Notable que alguien lo escriba.

Saludos

Jorge Román 26 de enero de 2010, 17:31  

Nati: gracias por el apoyo. A veces me sentía muy solo al pensar este tipo de cosas: mis papás y cualquier persona de generaciones anteriores a la mía me miran con espanto, diciéndome que cómo puedo apoyar una guerra civil.

¡Saludos!

Myriam 27 de enero de 2010, 10:35  

Creo que parte de esta política de los acuerdos tiene que ver con una generación que quedó muy traumada por el Golpe (los Escalonas y su sentimiento de culpa) y que todavía están al mando de las cúpulas partidistas. Y una generación, que debería ser de recambio, pero que ha optado por el camino fácil de la no figuración y de dejarle todo a los peces gordos.

Veremos si eso cambia ahora con Rossi al mando del PS, veremos...

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